jose maria

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sábado, 5 de agosto de 2017

A CONTRACORRIENTE

A contracorriente, así anda el adolescente, entre la arcilla que modela el bello jarrón de familia, y su angustia, vela a los cuatro vientos entre caída y la voz que le exige doblar la rodilla. A contracorriente escribe en servilletas de tela el poeta su último soneto robado al viento, entre cometas sin más hilo que el que la mano alcanza a despedir en el vuelo imaginario que siempre le lleva a sonreír.
A contracorriente sobrevive el corazón del continente negro, despiadados los zarpazos de la corriente que dice que existir si, solo un rato, para llenar de boato el firmamento de seda y estrellas de medio gas, representación del teatro que uniformes y baberos esperan a abrir el telón.
A contracorriente la justicia, saltando las presas repletas de presos, cascada de igualdad en el terror, avanza ciega sin saber que los anzuelos disfrazados de moscas y plumas, de banderas de la unión, buscan trabar su ventresca para devorar el perdón, ajeno a la reparación.
A contracorriente camina el amor cuando la surada de hastío golpea el rostro de luz, horizontes que suben y bajan, que se dibujan a mano, como la carta enviada por el señor del segundo, cada mañana tocando el buzón, como si laberinto fuera por el que corren los sobres camino del manantial de los ojos recordados.
A contracorriente se mueve el valiente, con su promesa de amor, con su mirada al frente, con la pasión ensillada para cabalgar a espadazos de un talento manifiesto, que en búsqueda y captura le pone por susurrar la rebelión. A contracorriente el libro mantiene el papel, entre trenes, metros y playas, páginas que sonríen amables, amorosas y pacientes, para convencer al lector, de su hechura y elegancia, de su gracejo y sabor, solo por a libro oler.
A contracorriente desfilan en desorden militante, esos, los que marchan por desfiladeros de sueños, dejando que el río cante su paso para abrir más vientre. A contracorriente encuentro el estuario en la cima, la orilla en mar adentro, el relato entre la hierba, la paz riendo a la guerra, las lágrimas dulces en el abrazo, la guitarra travesera y la trompeta de cuerdas.
A contracorriente sacude la tormenta la mente, sin más cristal que el espejo que las gracias da a la lección que el pensamiento elabora, ajeno a los prejuicios, esos cauces de ríos secos, por donde nos dicen pasar, tal vez circular, sin ida ni vuelta, tan solo yendo y viniendo.
A contracorriente golpea el viento, a contracorriente el beso robado, a contracorriente la muerte se espera, si la vida no nos da dentera. Así los locos a contracorriente sacuden sus mantas al viento, cordura a contracorriente, la que mirando el ventanal del revés, muestra el último rayo, ese que se revela, para dar verde al semáforo, pasarse de acera, y reverdecer al otro lado.
JMFP

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