jose maria

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jueves, 16 de febrero de 2012

¿ADIÓS CANTABRIA, ADIÓS?

Hoy se ha rubricado un documento no verbal, una conjura delirante. La de quienes lejos de gobernar, aceptan ser gobernados. Nadie parece cuestionar que hoy por hoy somos esclavos de una parte de Europa, lejos de ser parte de un territorio que recuerda más a Caín y Abel, a una Torre de Babel significada por las incongruencias de gobiernos especulativos, que danzan con los mercados, que se arrastran destilando la ponzoña del poder sin más criterios que apelar a una salvación que se traduce en un salto mortal hacia los pagos de la deuda. La mirada aviesa de algunos políticos cuando de reojo observan el pasado con la opacidad de "luz de gas", produce la paralización de la ilusión, la añoranza del trabajo como un derecho, de los merenderos de la Casa de Campo, del sonido de los badajos tras la curva del camino de Villasevil.
El túnel ahora no tiene salida. Pero se nos insta a atravesarlo sin saber por qué, hacia donde.
El Gobierno de Cantabria hoy ha hecho los deberes, ha cumplido con la agenda secreta, cuestionando derechos ciudadanos, vapuleando las esperanzas de que se cuente con los ciudadanos para dar solución a la situación que vivimos. El Gobierno de Cantabria, su presidente, marioneta de una forma de ver el mundo parcial, indiferente a la justicia social, a la igualdad de oportunidades, se ha mofado del estado de bienestar. Quizás fuera una quimera, pero 20 años de esfuerzos por escapar de 40 años de quietud, de oscuridad intelectual, de España de postguerra crónica, ahora son cuestionados con un sorbito de agua.
Los ajustes son la mascarada, el más esperpéntico carnaval. Disfrazados de pro hombres de la Patria, bailan entorno a la hoguera de las vanidades en la que se consumirá la sanidad pública, en la que la educación será un trámite obligado, al igual que la cultura. Profesores que son descalificados en sus esfuerzos, en sus trabajos, en su vocación de servicio. Médicos que ya no entienden la palmada en la espalda animándoles a seguir siendo super héroes en un país que jamás ha considerado  su verdadero valor.
No se piden esfuerzos, se descalifican los esfuerzos amputando derechos, reduciendo sueldos, llevando a los ciudadanos a las cavernas de la quietud. Sobrevivan, ciudadanos. Porque todo lo demás tendrá un precio. Se mofan de nosotros en algunos altares de Europa, canijos convertidos en Emperadores Bonapartistas, o armarios con voz femenina y obsesiones germánicas, nos han puesto de rodillas. Y bajar sueldos en un país donde el coste de la vida es el de los países que sacan pecho en Europa, resulta inadmisble. La estupidez alimenta el frío del miedo.
Cuando alguien dice que todas estas barbaridades son necesarias para hacer viable a Cantabria, está diciendo que poco le importa Cantabria. No hay tensión, solo la devoción delirante a un librito de cuatro páginas, tal vez cinco, una hoja de ruta que es más un parte de guerra contra la inteligencia.
Ni una sola medida encaminada a la capacidad productiva.  Por recortar, se recorta hasta la universidad. Y nadie dirá nada, porque creemos que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Quizás sea cierto. Pero mientras eso ocurría se daban oportunidades para muchas persoans que podían comenzar su proyecto de vida. Mientras esto ocurría las entidades financieras recibían religiosamente las cuotas de los préstammos hipotecarios y personales de millones de ciudadanos que se esforzaban por pagar, trabajaban con el compromiso de pagar por aquello que consumían. Cantabria no es infinita para el Gobierno de Cantabria. Cantabria no es una referencia identitaria, un lugar donde sentirse parte de la tierra y del mar. Cantabria no es un lugar por el que luchar para el Gobierno de Cantabria. Es solo un "gasto" para el Gobierno de Cantabria, para el Gobierno de España.
Invitaría al Presidente de Cantabria a que se ponga unas gafas para ver la realidad. No solo "su" realidad o la de la película descarnada de una Europa sin rumbo. Los cántabros sabemos trabajar, sabemos esforzarnos. Sabemos y queremos luchar por nuestra tierra. Cantabria es un conjunto de personas, de historias, es una historia que no enmudece, que no puede ser medida solo por la impotencia de quienes no han aportado todavía ni una idea positiva, productiva, favorecedora de empleo o de oportunidad. El Gobierno de Cantabria, el Presidente, se debe a las necesidades de los cántabros, no solo a las cuentas que le piden en su cuadernito azul. Cantabria siempre será Cantabria. Sus habitantes siempre seremos cántabros sabedores de nuestras capacidades. Todo lo que puede hacer de Cantabria una región con nombre propio en Europa es cuestionado sin el menor rubor. Los esfuerzos de la Investigación y el desarrollo, la posibilidad de traducir en productividad las ideas, el esfuerzo de los investigadores, de los inversores, parece ahora ser un campo estéril de desesperanza.
El Gobierno de Cantabria ha decicido que su fiesta preferida es el Carnaval. Un Carnaval que se prolongará toda la legislatura, en el que tendermos que aceptar disfrazarnos de espantapájaros de medias verdades, de fantasmas con bolas de hierro atadas a nuestros tobillos, de marineritos con pecas para no parecer jóvenes con capacidades, quienes lo son.  Pero sinceramente, el carnaval nunca fue santo de mi devoción. Así que seguiremos sin máscara por mucho que nos la quieran poner, cuando no el bozal.
Y antes de que se pongan el atuendo de divinidades talentosas, por favor, aporten algo,, aunque sea una sola idea que haga sonreir la esperanza de los cántabros. Ya que no escuchan las nuestras, estamos dispuestos, predispuestos a escuchar las suyas. Pero por favor, y hoy, recíbanlo como una súplica... ¡Háganlo!

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