jose maria

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sábado, 25 de febrero de 2012

PLATAFORMA BAHIA SUR CULTURAL


Ayer fue un buen día. De esos en los que te acuestas con la sensación de que las emociones, los proyectos, las palabras y las miradas, coinciden en un punto de intersección en el que el ánimo florece risueño.
Bahía SUR Cultural se presentó de forma sencilla, entre amigo y conocidos, entre la deliciosa música del acordeón y la trompeta, abrazados ambos en un tango maravilloso.
Y reitero en este hueco de pensamiento lo que ayer intentaba transmitir, lejos de querer imponer modelos de cultura, formas de entenderla.
Me es difícil expresar conceptos concretos sosbre la cultura. La gestón cultural, la política cultural es algo que se vive desde un ángulo de la cosmovisión de tan bella dama, La Cultura.  Más aún cuando reviso mi vida y mi relación con las artes, el conocimiento, mi autobiografía en términos culturales. Y solo puedo pensar en este momento que  quizás la cultura no es, no fue en tiempos lejanos, muy lejanos, un haz de luz cognitiva que atravesó el potencial de la inteligencia humana que favoreció, permitió la evolución del ser humano por dos caminos que convergen: la socialización y la comunicación.

El pensamiento crítico contemporáneo  tiene hambre de cultura. La contra cultura como flujo de ideas que se mueven como la resaca, contra corriente, impidiendo que el mar caprichosamente todo lo inunde.
Me gusta, aunque no sea una verdad absoluta, pues no existen en mi mente dogmas petrificantes ni catedrales del conocimiento, pensar en el ser humano como un contador de historias, de instantáneas, de acciones que comunican. Ese es el primer axioma de la comunicación humana: Es imposible no comunicar. Y por eso, somos lo que contamos que somos... Somos en relación con los demás. La inexistencia del otro haría imposible saber quien soy. La desconfirmación es el transmitir "no existes para mi",  "no existen para nosotros". Es la ausencia de identidad, la forma de arrancar a alguien su ser en el existir.  Es por eso que la cultura debe considerarse  como la narrativa individual y colectiva  que asienta LA IDENTIDAD Y LA PERTENENCIA. Dos aspectos inherentes a la propia existencia del ser humano, que necesitamos para sobrevivir a la incoherencia, al caos.  La Cultura es el antídoto contra el desarraigo, contra el sentimiento de abandono, expresión pura del miedo infantil, de terror a la imposibilidad de agarrarse a un cabo de afecto, de protección. Y desde luego, limita la invisibilidad. Desde la dimensión narrativa, la cultura permite a los grupos humanos redefinir constantemente el presente, modular el futuro. Así, puedo entender mejor la cohesión social, la justicia social, la tendencia a la igual, la aceptación enriquecedora de las diferencias.
Puede llevarse el concepto de cultura al reduccionismo de un artefacto medible, lo cual no deja de ser importante en una sociedad compleja en la que gestionar patrimonios, abrir caminos de conocimiento y establecer políticas culturales resulta inevitable y necesario... O bien puede elevarse como un valor multidimensional que nos permita dar soluciones alternativas a los problemas que siempre han perseguido a la sociedad moderna.  El estado del bienestar está siendo mermado por la codicia, por la inoculación del miedo en las personas, en la colectividad. Construir un discurso que cale profundo en el corazón colectivo, permite orientar a la sociedad hacia un estado anímico, hacia una forma de interpretar su realidad.  El estado de bienestar parece ser una quimera que solo pueden salvar unos cuantos iluminados quemando en la hoguera inquisitorial la bruja de la cultura, la voz de la contracultura, el libre pensamiento.  Y la crisis es un esperpento que anula el pensamiento, que facilita la angustia de la sociedad, que aumenta los niveles de incertidumbre hasta niveles inaceptables paralizando la capacidad para tomar decisiones... Que otros tomarán por nosotros. La cultura, participada y participativa, integral e integradora, nos salva del sentimiento de catástrofe emocional, del sentimiento de pánico, del vacío.  Porque nos permite expresar sentimientos, emociones, confrontar, relativizar, pero sobre todo, DESCUBRIR CAPACIDADES.
No soy un artista, ni un intelectual. Solo un aprendiz eterno de la condición humana en alguna de sus facetas. Recuerdo mis primeros pasos en el estudio del comportamiento a través del intento de comprender la complejidad del cerebro. De eso hace 25 años. Hoy me gusta pensar que el CEREBRO  es CULTURA.  Lo es cuando interactúa con el contexto, cuando recibe información que traduce y redefine. Y así, construye la realidad y la reinventa  en cada situación a la que se expone, vertebrando pulsiones creativas que permitan nuevos dilemas mentales más allá del ser, o no ser.
El acto creativo es un acontecimiento comunicacional complejo que se encuentra como germen en el alma del ser humano. Es pulsión, es llama que solo se apaga cuando el soplo de la ignorancia, de la mediocreidad, del poder absolutista, embiste sobre ella. El acto creativo es la exploración d capacidades, es el viaje imaginativo que todos autorreferenciamos en nuestros sueños.
El acto creativo es  co constructivo porque el mensaje emitido por el creador, permite la construcción de una historia distinta, propia, en el receptor del mensaje.  Explorar... La curiosidad del ser humano es infinita. Y eso hace que la vida pueda convertirse en un viaje exploratorio que sacude una parte de nuestro miedos aceptando que explorar no siempre supone encontrar.
Creo sinceramente en la cultura como la capacidad colectiva para redefinir la realidad.
Creo en la cultura como un todo complejo que traduce nuestra convivencia, nuestra forma de ver el mundo.  La cultura nos induce, nos sumerge en el arte de amar y sentirnos amados, de tener un lugar en el mundo, de tener nuestras propias referencias vitales.
Yo creo tener dos referencias importantes:
La contracultura del Madrid de los años 80, esa expresión de arte, ideas, sentimientos, deseos y capacidad adaptativa que se llamó con poca fortuna la "la movida". Todavía recuerdo la tristeza de Lolo Rico en sus ojos cuando en Santander recordaba que "La Bola de cristal", la eclosión musical, poética, relacional, quería verse bajo una realidad simplista: sexo, drogas y rock and roll.
Fue maravilloso sentir que podíamos hablar en voz alta, que pensar y expresar opiniones era algo normal, que la vida fluía a raudales por las calles, en las universidades, que los cafetines se llenaban de gente que conversaba, que los jóvenes se convertían en artistas en la habitación de su casa, en el garaje o en el Parque del Oeste.
Y allí, mantenía un profundo sentimiento de pertenencia a mi tierra, a mi ciudad, a mis costumbres. Cantabria, recorrida por historias de padres y abuelos, Santander, un golpe de salitre en la nariz cuando llegábamos. El mar cantábrico, abrupto e iracundo a veces, de fría presencia, de belleza indómita, terco en su repicar los acantilados.  Santander, referencia de mi forma de expresarme, de comunicar y crear realidades en mi vida.
Santander no es un semillero creativo. Pero Santander es un contexto cultural en sí mismo. Porque los santanderinos compartimos inquietudes, anhelos, historias, cuentos, mitos, valores, símbolos. Compartimos y conectamos con el resto de Cantabria el canto de una narrativa que se conecta con el mar, con el puerto.
Y en ese contexto, creo que, desde la participación de los ciudadanos, desde la invitación a expresar libremente las ideas, podemos hacer de nuestra bahía, de nuestra ciudad, un bellísimo semillero de ideas, de oportunidades que nos permitan mirar al futuro con esperanza...
Algo así quise expresar en la tarde de ayer... Jo, mira que soy pelma... Y eso que me dijeron que fuera breve.
PD. Un fuerte abrazo a Vicente, Chuchi, Berna, Raúl, Agustín, Carmen, Amparo, y todos los que han hecho posible este bello territorio.

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