jose maria

jose maria

lunes, 16 de mayo de 2016

DESVELO

Desvelos cantan los luceros mirando la vida y sus cancioneros desde eternas atalayas de silencio. Desvelo, ánimo que agita el alma, que el cerebro enciende y la mente alerta, como vigilante constante, ese que siempre es consonante con la guardia cada noche.
Desvelo, reflejo del escritorio que mira los ojos, oráculo de creatividad que se escapa entre caladas de amor. Desvelo con el algodón en la frente del pequeño hasta que la fiebre hace crisis con el alba anaranjado.
Desvelo, vigilia forzada, cuando no apasionada, que desvela los ojos cristalinos de un mar de luces, luciérnagas del bosque de olas que la marea trae al pie del roble. Desvelo, dichoso a veces, sortilegio de respuestas que no anidan en la esencia, que surgen fantasmales a la luz de la última vela.
Desvelos son los sainetes de la vida, las procesiones de miedos que remontan las callejas, escuchando los lamentos de quienes duermen su afán. Desvelos de lecturas, de pinturas imposibles, de planos y puentes colgantes, de obsesiones que se agitan para dar vida al velo que el sueño pone sobre el rostro cansino.
Desvelos en las urgencias, en los pasillos sin más ventanal que la reja de la celda. Desvelos en las camas cuidadas por amores ancestrales. Desvelos de caminantes, de errantes seres de un mundo que sin mundo dejamos a la puerta de la esperanza. Desvelos que no buscan la cama, que no cardan la lana de las sombrías literas de mandatarios inútiles, esos que no tienen más desvelo que velar por el poder.
Desvelos de amor, de dolor, de hambre de libertad, páginas que se escriben solas en el desvelo eterno del libro, en la campanada final, que sin desvelo deja, que del desvelo libera la muerte al que desvelado ya solo pide el sueño.
Desvelo, mágica aparición, la que desvela sonrisa, abrazo y el beso al retirar el anhelo. Ese que nubla los ojos cuando me agarro a la razón, terreno de sinrazones en el que quizás, mil razones lluevan en la tormenta que nos desvela en los miedos, en la belleza del rayo que de la calma nos dé tempestades de risas en el abrazo final.
JMFP

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