jose maria

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sábado, 14 de abril de 2012

LOCURA VS. CORDURA (II)

...Y miramos la mente con una extraña sensación de impotencia. Es como si se retorciera en sí misma ante los ojos de quienes quieren atravesar el cosmos entre los surcos de un músculo que niega sus secretos, dejando que enloquezcamos en el sin saber, creyendo saber. 
Si la locura extrema, la esquizofrenia en sus formas primarias mantiene el temor a enloquecer como una constante incontrolable, parece que somos capaces de construir nuevas formas de locura, nuevas patologías, anormalidades que aparecen en cualquier rincón de nuestra sociedad. Pero no pensamos en la locura cuando mueren cientos de miles de personas de hambre. No consideramos locura las masacres en las multiminiguerras que se extienden por todo el mundo para mantner el negocio de las armas. No definimos como locura la espiral del negocio de las drogas que sesga vidas de propios y extraños sin contemplaciones. No es locura creer que la prima de riego es la responsable de nuestras desgracias. Ni es de locos, por lo visto, mirar a los inmigrantes con la misma aversión que Hitler miraba a los judíos. Pero signamos locura, trastorno mental al consumo de drogas, a la bulimia, al consumo de internet, a la creación de realidades virtuales. Locura que construimos entre las cristaleras de un mundo asfixiante. Los trastornos adictivos se contemplan como un paraíso farmacológico, como la panacea de una industria farmacéutica que busca nuevos diagnósticos para nuevos tratamientos. 
La cordura que perdemos en el camino de la vida, o la locura que perdemos en la camisa de fuerza de la cordura.
La expresión del sufrimiento permite configurar las fantasmagoricas siluetas de la locura, hacer danzar al dolor, entenderlo y modelarlo a través de la farmacología de la palabras.  
Entender el arte, la creatividad como una forma de comunicación es también aceptar la expansión de la mente desde lugares que no podemos sondear pero que sentimos. Ventanas que nos hacen gritar actos de genialidad, de coraje, de heroismo, de solidaridad. Cuantas locuras han permitido al ser humano avanzar, protegerse, sobrevivir, amar. 

Y es por eso que la comunicación es una parte del tejer la identidad, la conexión con los otros. Es por eso que la maraña comunicacional, conscientes de que es imposible no comunicarnos, puede ser la trampa en la que dejar de existir para los otros. La locura, como la cordura, son construcciones representadas en relación con los demás. Sin el otro, no existe el loco, ni el cuerdo. 
Desconfirmar es negar su presencia, su existencia. El desarraigo, el abandono, la desconfirmación, el trauma están al servicio de la precipitación en los abismos de la nada, teniendo que construir la existencia entre desgarros, delirios y visiones fantasmales de lo que la mente recuerda que pudo ser sin ser, de lo que pudo sentir sin posibilidad de acariciar el manto de la vida  con amor. 
Repensar sobre nuestro derecho a cuestionar el mundo, la realidad como la dibuja el hiperrealismo, es sondear nuevas maneras de ver el mundo. esa locura mágica que nos permite escudriñar el universo de nuestras relaciones, de nuestras emociones. 
El amor que cura, el amor que sana, que define apegos seguros, que genera protección, alivio, que reinventa el futuro del alma, se posa muchas veces en el hombro de los seres humanos. Permitir que se cuele su canto favorecerá que el sufrimiento en sus infinitas formas, pueda ser, también, camino para que los surcos de la locura, abran nuevos caminos a la cordura.
GRACIAS, BAHÍA SUR CULTURAL, POR TAN DELICIOSO ESPACIO DE REFLEXIÓN. 
GRACIAS, SILVANA, GRACIAS GEMA, GRACIAS PEDRO.

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