jose maria

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viernes, 18 de mayo de 2012

DIEGO Y ROBOCOP



Diego y Robocop


 









 Se afana el ahora auto proclamado Alcalde de la Capital de Cantabria, Ignacio Diego, en visualizar las imágenes inspiradoras de la película Robocop. Los restos aparentemente inertes de un cuerpo social, de un cuerpo ciudadano, de una región con leves señales de vida, al servicio de una tarea fascinante en su idea de gestión. El desmembramiento progresivo de los servicios públicos,  de una región que desde hace un año navega sin más rumbo que el que marcan los sonidos de los martillazos sobre la piedra de sus bellas esculturas que representan la historia moderna de Cantabria. El “rey montañes”, coronado por la tribu, no tiene consejo de sabios. Y ve en el Estado la gran panza a la que volver, plegándose a los romanoides que nos dicen ahora lo que es civilización.
El delirio del poder tiene muchas y extrañas formas de invadir la inteligencia del ser humano. Y ahora, esa enfermiza quimera que es el vellocino de oro de Diego y los argonautas, cuestiona el propio modelo de Estado. Estado que tiene encomendada la función de llegar a todos, especialmente a las personas mal vulnerables velando por la justicia y la cohesión. Y poco a poco, se mutilan miembros del mismo  para articular un poderoso armazón con brazos y piernas de metal, robotizado, que traduzca su misión en beneficios económicos.
Una crisis que permite las privatizaciones. Es realmente inteligente. La propia crisis como palanca para el cambio de un modelo productivo. La crisis cronificada como activo favorecedor de reformas. Reformas, no medidas urgentes. Reformas que vienen para intentar quedarse.
El Presidente del Gobierno de Cantabria, “el rey montañés”,  ha decidido que Santander es un buen caldo de cultivo para un experimento sin igual. Y con sus pipetas sin calibrar, probetas como cántaros y un equipo de electricistas y chapistas, quiere poner una placa de acero en el cerebro del muñeco que para él es Cantabria, evitando así que exprese emociones ni quejas.
La comparecencia del Presidente del Gobierno de Cantabria presentando el proyecto de una Universidad privada sin el rector de la Universidad de Cantabria, sin el rector de la UIMP y en ausencia del alcalde de Santander, es la prueba de la falta de consideración interinstitucional de la que viene haciendo el Gobierno para con la Capital de Cantabria.
Y todavía no he escuchado la opinión del alcalde sobre este extremo que, por cierto, afea, cuando no cuestiona el propio Plan Estratégico de Santander 2020. Sesudas reuniones de trabajo, una Conferencia Intersectorial, el aval del propio Ignacio Diego, conclusiones, que apuntan a la necesidad de potenciar la Universidad, la ciudad del Conocimiento. Y como por arte de magia, Voila!!! Universidad sí, pero bajo patrones ajenos a un necesario diagnóstico de necesidades del Campus Universitario en la ciudad de Santander.
Hace más de un año que planteé la idea de que Santander necesitaba como revulsivo  en el ámbito del conocimiento: el desarrollo de la Marca Santander Ciudad Universitaria que presenté en la mesa de trabajo de economía en el marco del Plan Estratégico. Y la posibilidad de establecer un campus académico deportivo de alto nivel en los terrenos de la UIMP próximos a la vaguada de las Llamas. Ambas ideas son conocidas por los rectores y siempre las he defendido porque creo que Santander tiene esa posibilidad de desarrollo si todos los agentes implicados empujan en la misma dirección. Y justamente esto es lo que no ocurre. Las iniciativas privadas pueden ser de enorme interés para establecer redes colaborativas. Pero no puede dar la impresión de que vienen a cubrir las amputaciones de los recursos públicos. Banco de España, Residencia la Pereda, Universidad privada. Sin consultas, sin información, con una agenda secreta que inmoviliza opiniones, que genera incertidumbres, suspicacia sobre la bondad de dichas medidas que afectan al empleo, a los recursos públicos.  La falta de coordinación entre Santander y el Gobierno de Cantabria es hoy una realidad esperpéntica.
La presencia de un proyecto universitario privado, debe atender a políticas de modelo de ciudad y de región, a un análisis profundo del potencial de sinergias público privadas.
Y sin embargo, parece que todo esto se ha hurtado a la iniciativa, en la que hasta su localización parece que es un parche en el PCTCAN.
Pero afortunadamente,  la Universidad de Cantabria ha alzado la voz. Lo ha hecho respetuosamente, pero desde la consideración de que su presencia lo es para que nuestra región crezca, para que el conocimiento fluya, para que la participación de los activos del conocimiento, profesores, alumnos, investigadores, se impliquen en la realidad de la búsqueda de caminos al cambio de nuestra tierra.  Trabajar cada contexto desde sus capacidades, o excluir a agentes de cambio y dinamización del debate y la reflexión, como se ha pretendido en los últimos días. Esta es la diferencia entre la escucha activa, el reconocimiento de los recursos intelectuales y profesionales de nuestra región o la negación de los mismos.
Funiber, como Fundación vinculada a la expansión universitaria presenta tres características de interés: Sus Máster post grados, algunos de ellos de reconocido prestigio, como el de Nutrición que ya es clásico. Sus redes iberoamericanas que podrían generar grupos de investigación e intercambios de conocimientos y su plataforma on line. Y estos aspectos podrían entrar en una estrategia conjunta de las universidades, del Gobierno y del Ayuntamiento para conocer plazos, colaboraciones, sinergias y dificultades. Esto es lo que no se ha hecho. Y desde Santander, nuevamente mutismo. Curioso. Por cierto, en esta legislatura se creó una Concejalía de Educación y Relaciones con La Universidad de la que desconocemos funciones y objetivos políticos y que no parece que estuviera al tanto de la nueva pieza del Robcob en el que Diego quiere transformar a  Santander. Pero el Presidente debe recordar la película. El muñeco tenía cerebro, memoria y sentimientos. Cantabria tiene memoria, sentimientos, emociones y capacidades. Las tenemos. Y seguiremos trabajando por esta tierra, por lo que somos, por lo que nos diferencia, por lo que nos une. Por lo que amamos.


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