No entender es algo que desde hace años,
posiblemente desde el 11 de septiembre de 2001, se ha acentuado en mi
observar y vivir en un mundo que en muchos casos no reconozco. Guerras
que "no son" guerras, gobiernos que no protegen los derechos e
intereses de los ciudadanos, de las personas, seres humanos que formamos
parte del planeta, del que somos parte temporal. 298 personas, 298
proyectos, 298 talentos de vida y sueños, 298 miradas de terror, 298
banderas de ilusiones y compromisos, 298 regalos de la vida en sus
correspondientes familias, relatos. ¿El mundo al revés? No. Miradas
nubladas por la ciénaga del poder, armas que van y vienen en un mundo
donde la paz es un destilado de laboratorio que nos hacen beber para que
creamos que vivimos donde queremos vivir. Piezas de un gigantesco
tablero de ajedrez, donde millones de peones nos sentimos libres en
nuestra existencia, sin saber, o tristemente sabiendo, que somos
observados, escuchados, y con mala suerte, aniquilados por casualidades
de los juegos un ramillete de cabrones. Hoy el mundo no es de colores.
La perplejidad es gris. Siento una rabia que no consigo sacudirme, una
profunda tristeza por esas 298 almas y sus familias, sus historias
truncadas.
No somos ciudadanos de un lugar llamado mundo, como dice
la canción. Somos ciudadanos sujetos a la ironía de quienes creen que
el mundo es un artificio al servicio de sus delirios de grandeza. Y
reivindico en nombre de estas 298 vidas, de las masacres en la franja de
Gaza, de las guerras controladas vía satélite que se saldan con
millones de muertos inocentes la voz de las personas libres, parte de
este planeta que un día se sentirá axfisiado por el aliento fétido de
quienes lo quieren encarcelar en su cosmos de necedad. Hoy el mundo, mi
mundo ha perdido 298 trozos de poesía.
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