jose maria

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jueves, 7 de agosto de 2014

PULSIÓN SOBRE "PRINCESA COCAINE" DE FRIA AGUILAR


Princesa de luz, luz que el cerebro enciende ante la necesidad de construir una identidad que nos es aciaga, luz que resplandece en el espejo que despliega alma y cuerpo, historias contadas y aprendidas que se rebelan a ser espuma de olas que escinden la razón.
Luz que se apaga en los laberintos de una existencia de soledad disfrazada de vacío. Vacío y Soledad se miran con espanto.
Laberintos de voces y colores, de paredes lisas, dedos largos que ansían una grita que me saque de la feliz ceguera.
Y al fondo el reflejo en el espejo, convertido en espejismo de una realidad que escapa a las manos de quien esculpe su propio fantasma buscando el mar en la oscuridad.
Es deseo, intenso deseo de sentir más allá de la melancolía de la arena que se escurre entre los dedos del destino que escriben las nubes caprichosas que se esnifan para alcanzar el cielo. Arena benefactora que salva del naufragio de la existencia.
Y desear nadar sin la aleta dorsal del amor, respirar debajo del agua para ahogarse en el terror del silencio.
Princesa abandonada por sus mitos, desprovista de amor, desnuda de relatos que la descubran respirando debajo de su fondo emocional, tan bello como desconocido.
Y la Princesa, sintió la mano del viejo atlante, parte y todo de una naturaleza que entiende, que acaricia, que protege. Parte de un mundo que se conecta a través de pautas ajenas al ojo de la estupidez mundanal.
Y el proceso se revierte desde un amor pulsional, limpio, transparente, sin palabras, entre alas y aletas, entre viento y lluvia en un mar que es cielo, en un cielo de olas que legitima la presencia de la mujer en un lugar en el mundo con estrellas que le señalan un norte, cualquiera, el suyo.

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