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 Lo poco que se, mis inquietudes profesionales, se als debo a mi abuelo,
 el boticario, sabio discreto y sin relumbrón, que me acercó al 
conocimiento de la botánica y de las plantas medicinales, de los 
elixires y la alquimia, de la poética del arte de curar a través de los 
fármacos que en las manos del conocimiento y el amor por la ciencia poco
 exacta de la farmacología, hace brotar el medicamento en la rebotica. Fórmulas
 magistrales que durante casi 25 años hemos realizado con exquisito 
mimo, botica, lugar de encuentro, de consejo, mostrador que recoge 
lágrimas y alivia miedos, que permite carcajadas sin la lista de espera,
 esperando con paciencia... 
 Hoy, la farmacia mercantilizada, 
ahorcada por un modelo economicista, no permite a los profesionales 
desplegar todo su conocimiento, quizás porque no interesa para los 
intereses de los gestores sanitarios. Pero sigo pensando en los secretos
 del diseño de medicamentos mirando las necesidades de cada persona... 
Hoy siento más cerca la "farmacología de la palabra", pero la farmacia, 
la toxicología, las neurociencias, me abrieron caminos que explorar. 
Cada boticario, cada boticaria, en sus islas de relación con el barrio, 
con el pueblo, son un espacio al servicio de las personas. Gracias a 
todos por seguir al pie del cañón a pesar de las dificultades. 
 Y 
aunque nos quieran convertir en tenderos, seguiremos siendo siempre 
laboratorios vitales, laboratorios de conocimiento que entregamos en 
pequeñas píldoras a todo el que entra por la puerta de nuestras boticas.
 

 
 
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