La investigación en España. Las huellas de Ramón y Cajal, de Severo
Ochoa, del bueno de Barbacid, se diluyen en la orilla de un país donde
el mar de la creatividad y el talento siempre ha sacudido los
acantilados de la mezquindad. Hace pocos días en un fantástico Foro de
la UC, un profesor decía que lo que caracteriza al ser humano es el
conocimiento. Yo diría que es su capacidad creativa. Su curiosidad a la
hora de recoger conocimientos. Creatividad como activo inherente al ser
humano, como paleta de colores con la que trazar rutas, mapas
alternativos a la realidad tal y como la transcribe la sociedad. La
creatividad es subversiva, porque reformula el conocimiento. Los niños
son creativos, emborronan, sacuden teclas y se inventan batallas en
mundos imaginarios. Los adolescentes son creativos. Y aquí la asignación
de conflictividad destapa la esencia de la castración del potencial de
lo que pueden expresar más allá de lo que el mundo les dice que tienen
que expresar. La investigación es la expresión de la evolución en
beneficio del interés general, al servicio del planeta como esfera de
convivencia. Nuestro país se ha empeñado en considerar la Investigación
como algo que se puede encender o apagar, como una marea que puede estar
tanto tiempo baja, como años necesitamos para construir en la orilla de
la playa ganada al mar miles de pisitos que marcan el territorio de una
felicidad efímera. La Investigación no puede ser una carrera de
obstáculos, una fantasía como aquella que inocentemente decían los niños
y niñas… “Quiero ser artista”… El ser humano pierde su afán
investigador más pendiente de sobrevivir y hacer crecer su poder sobre
el mundo, sobre sus semejantes. Y sin embargo, los cambios profundos,
los que realmente necesitamos solo se pueden producir aceptando la
complejidad como la forma de explorar nuevas soluciones a los mismos
problemas, nuevas respuestas a las mismas preguntas. El discurso socio
político no permite integrar la investigación como un elemento que se
difunde entre las personas, las familias, el sistema educativo, el
propio sistema productivo.
La música ya no es para el sistema un activo en la formación de los niños (la verdad es que nunca lo ha sido, mirando esa flauta de la que jamás saqué una sola nota porque no sabía si soplar o sorber). La sociedad parece indicar la fórmula para elaborar seres productivos al servicio del consumo de cajitas de humo de colores.
Cada joven investigador me hace penar en el número de personas, de chavales y chavalas que han dejado en el camino su talento original, que han sido cuestionados en sus deseos y recursos, que han sido etiquetados de lunáticos absurdos que “no viven en la realidad”.
Solo me queda en esta breve reflexión dar las gracias a cada padre y madre que han apoyado y empujado las “geniales locuras de sus hijos”, esas locas familias que abren puertas cuando se cierran ventanas, a los maestros y maestras que a pesar de las dificultades con las que se encuentran en su hacer diario, creyendo que en sus aulas no tienen material improductivo, sino mundos en expansión. Gracias a cada maestro, a cada profesor que acepta aprender cuando escucha a un discípulo. Y a cada joven que cree en su deseo de explorar los terrenos del conocimiento soterrado en galerías de conocimiento, protegidas de la vanidad, las ansias de poder y control social, sabedores que en el ánimo de explorar existe la posibilidad de no encontrar. Gracias por el coraje intelectual que mostráis, activadores potenciales de una realidad distinta.
...Y la situación tiene que cambiar. Por el bien de todos.
José Mª Fuentes-Pila
La música ya no es para el sistema un activo en la formación de los niños (la verdad es que nunca lo ha sido, mirando esa flauta de la que jamás saqué una sola nota porque no sabía si soplar o sorber). La sociedad parece indicar la fórmula para elaborar seres productivos al servicio del consumo de cajitas de humo de colores.
Cada joven investigador me hace penar en el número de personas, de chavales y chavalas que han dejado en el camino su talento original, que han sido cuestionados en sus deseos y recursos, que han sido etiquetados de lunáticos absurdos que “no viven en la realidad”.
Solo me queda en esta breve reflexión dar las gracias a cada padre y madre que han apoyado y empujado las “geniales locuras de sus hijos”, esas locas familias que abren puertas cuando se cierran ventanas, a los maestros y maestras que a pesar de las dificultades con las que se encuentran en su hacer diario, creyendo que en sus aulas no tienen material improductivo, sino mundos en expansión. Gracias a cada maestro, a cada profesor que acepta aprender cuando escucha a un discípulo. Y a cada joven que cree en su deseo de explorar los terrenos del conocimiento soterrado en galerías de conocimiento, protegidas de la vanidad, las ansias de poder y control social, sabedores que en el ánimo de explorar existe la posibilidad de no encontrar. Gracias por el coraje intelectual que mostráis, activadores potenciales de una realidad distinta.
...Y la situación tiene que cambiar. Por el bien de todos.
José Mª Fuentes-Pila
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