jose maria

jose maria

miércoles, 7 de enero de 2015

UN GARABATO DE UNA REALIDAD

El enjambre de celdas que salpica el mundo extiende su manto de silencio, un velo que hace invisibles los cuerpos, pegando las almas a las paredes rematadas por barrotes que definen la conciencia de la prisión.En nombre de la justicia construimos muros a la libertad, levantamos torres de poder desde las que nos mira la danza de verdades. No recuerda cuanto tiempo lleva en su celda. No recuerda porque su vida no tiene relojes ni calendarios. Y los libros que un rebelde trabajador del mundo de la prisión le pasa cada noche lepermite volar a un mundo sin relojes ni calendarios lejos de los hierros que delinean su existir. Libros que se ordenan en las estanterías de su mente, que sacuden su espalda como si un ser alado saliera de su columna encorvada por los años de espera.
La consciencia de ser llegó a través de la rendija por la que se proyectaban las primeras letras convertidas en palabras asomaban párrafos transformados en imágenes en el concentrado cinema de su mente.
Celdas de ignorancia en las que vivir entre el desayuno, la merienda y la cena. Celdas de sabiduría que encarcelan verdades incuestionables consagradas al servicio de la construcción de una realidad para todos. Celdas de poder en las que guardar almas bañadas de oro sin pulso ni latido.
Celdas de cultura que encadenan el pensamiento crítico. Celdas de las que cada prisionero tiene su llave, poniendo la mirada en la pared donde no puede ver la minúscula ventana por la que amanece dejando que un rayo de luz actúe como candil natural que vuelve a dibujar palabras en las páginas del libro de su vida.
Pero el mar del pensamiento no tiene barrotes. el viento que mueve las aspas del molino de la creatividad no tiene barrotes. La inocencia no tiene barrotes, porque no camina por laberintos de prejuicios.
El libro finalizado entre sus manos volvió a arrugar sus hojas, movió sus tapas lábiles y manoseadas por dedos sin edades transformó en alas sus páginas y voló por la ventana guiado por la luna. A la mañana siguiente, cuando el nuevo libro alado, apoyando sus patitas imaginarias en la repisa del ventanuco, la celda estaba vacía. La puerta abierta, la llave en el suelo.
La orilla dejó sus huellas al retroceder sobre la arena.

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