jose maria

jose maria

jueves, 5 de marzo de 2015

CARTAS



Cada carta es una cita con la vida, una expresión de emociones, un dibujo de palabras. Cartas de adiós, cartas de bienvenida, líneas escritas desde la zozobra o el amor. Atravesando el tiempo, desde el deseo de que las líneas sean una copa de esperanza en el corazón de quien las recibe.  Cartas con alas que recorren las corrientes del pensamiento a través del viento. Cartas que se esperan, que resquebrajan el alma, que cierran heridas, que piden perdón, que dan las gracias.  Las manos infantiles que garabatean la carta a sus Reyes Magos entre sueños alborotados y la lengua fuera, como guía natural de la “Q”. Las manos del último refugiado, del último exiliado de un mundo que no tiene recuerdos más allá de las señales de una ventana luminosa.
“…Echo en falta tu mirada de silencio, tus manos acariciando mi pelo en las noches en las que los cuentos desordenaban sus finales hasta que tú los dibujabas en mi corazón para que mis ojos se cerraran en un sueño estrellado. El sol está punto de salir, como cada mañana apoyado a la repisa de mi ventana. Tus nietos se abren paso por la vida entre carambolas de fortuna y conocimiento, entre breves frustraciones que les recuerda aquellas palabras tuyas en una de tus cartas. Soportad de pie la adversidad de la vida y encontraréis en la esquina de la siguiente calle un instante de felicidad. Y seguiréis andando.
Solo pienso en volver a pisar el camino de grijo hasta la puerta de la casa donde nací, paredes azuladas en las que podía pintar por la mañana, los domingos, desde la cama que con tanto mimo me hiciste.  Te quiero, padre.”
El último cartero pasó por última vez por el sendero antes de que dieran matasellos a su larga vida portando vidas plegadas en sobres. Su mirada sonrió un instante, cogió la carta como si de un bello tesoro se tratase, la colocó en su saco de cuero curtido por soles y lluvias y pedaleó para llevar la carta a su último destino, la habitación 431 del hospital en el que seguro el contenido era sanador.

No hay comentarios: