jose maria

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miércoles, 15 de abril de 2015

ADIOS, MAESTRO

Mientras escribía sobre el último beso, aquel con el que das als gracias, aquel que la muerte recoge con sus manos delicadas y lo deposita en el alma, EDUARDO GALEANO SE FUE. Poeta de una revolución en la que las cadenas se rompen entre párrafos y palabras, entre cuentos y libros, entre poemas de amor y locura.
Maestro en la sombra de muchas sombras que se han permitido mirarse al espejo de la dignidad, siempre recordaré a Hanna, esa bella loca que nació para cuidar al sol y a la que, menos mal, nunca pudieron curar los fármacos o los manicomios. O esos frutos anaranjados escondidos en los árboles que una niña dibujó a su padre en prisión por tener "ideas ideológicas". Y que no eran naranjas, sino los ojos de los pajaritos escondidos y que el guardia no dejaba entrar en la celda. Tu voz grave y acompasada siempre será un susurro de esperanza para todos quienes creemos en un mundo más justo. Hasta siempre.

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