Pasa de manos entre instituciones, despachos sórdidos adornados de
bellos cuadros, litografías de un pedante pasillo de conocimiento.
Cultura que se apila en expedientes, entre salpicaduras de prensa y
decorados de cartón piedra que disfrazan la realidad con el barniz de un
conocer acrítico, ajeno a la mirada de quienes cultura son, pueblo que
siembra experiencias segadas por la guadaña del censor liberal. El que
ley a ley organiza un refinado pensamiento único,
como alimento que estabula las mentes y tritura las ideas en tarritos
de engrudo que engorde los miedos y alivie de esperanza el coraje de
quienes creen en los otros.
Cultura son los dedos de la madre
tierra, los sarmientos del saber que trenza historias como un relato que
trasciende. Historias, como cada pelo níveo, que la tijera de la
existencia no corta. Cultura son trenzas que te tejen cestos de
sabiduría que se pasan de brazo a brazo, de hombro a hombro, puentes
invisibles de pensamiento, archipiélago de experiencias que constituyen
un pueblo. Cultura, lengua de mar que explora otros territorios,
sintoniza orillas desconocidas y arrastra en su resaca la riqueza de lo
nuevo. Cultura es pueblo, pueblo que emerge en su talento colectivo,
pueblo que se sacude de los marcos en los que atrapó su historia una
parte de la historia. Cultura es la voz susurrante de narrativas que
brotan, que cuestionan la rigidez para permitir que el niño crezca en su
mundo de fantasías, bebiendo de las fuentes del saber narrado desde la
humildad del no saber. Cultura es la musicalidad de las matemáticas, la
plasticidad de las células, la bella danza de la naturaleza intentando
respetar a los seres humanos, pidiendo el respeto en su presencia. Lo es
el pergamino, el brillo de una pantalla táctil, la mente abierta a la
balconada de la inocencia que se nutre poniendo en cuarentena las más
grandes verdades que apuntalan el pensamiento. Cultura es hablar con
palabras, sin palabras, co construir, explorar, sabedor del riesgo de no
encontrar. Cultura es el barbecho de las futuras cosechas del pueblo,
la raíz que nutre la savia del árbol del conocimiento, el territorio de
cada uno que se hace de todos, que no excluye, que abraza, que permite
legitimar al otro sin prejuicios. Cultura es identidad, la que cada ser
humano construye como único e irrepetible… Y es pertenencia, la de
quienes comparten el olor de la tierra como parte de su alma, tierra que
no es otra cosa que la idea común de justicia. Manos sabias que tejen
en cada rincón de la existencia, manos sabias porque trenzan, sabedoras
de que son aprendices de todo, maestras de nada.
Cultura es más, desde luego, que estas humildes palabras. Pero estas son las que me brotan en este instante pensando en ella…
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