jose maria

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viernes, 21 de agosto de 2015

VIDA DE... ¿PERROS?

Eso dicen muchos humanos. Pero no se muy bien a qué se refieren exactamente. Los gatos tienen siete vidas. Yo he vivido tantas que ni recuerdo. He sido bailarín en una compañía inglesa, cocinero en un restaurante estrellado (vaya ruina fue aquello), banquero, escritor de poco éxito, profesor de biología, albañil accidentado, médico en un gran lugar llamado África... En fin, al solecito me vienen retales de recuerdos. Pero en mi condición de perro estoy francamente satisfecho. Creo que las personas no conocen bien la realidad en la que viven, posiblemente por mirarse constantemente al ombligo. Pero bueno, la naturaleza humana es extraña. Creen que somos juguetes, o compañeros fieles, o estorbos, según les de. Aunque también les ocurre con sus congéneres. Con los bebés, después con sus amigos y parejas y más tarde con los viejos.  Yo soy sencillamante agradecido con la mano que me da de comer. Y si no me da de comer, es que no puede o se le ha olvidado. No muerdo su mano, pero por respeto. Cuando me acarician se que sienten mis caricias. Y es verdad, me gusta la lealtad. Tengo muchos amigos perros y no dependiendo unos de otros, nos encontramos a menudo y charlamos de la vida, ayudándonos en lo que podemos. Lo mismo me ocurre con los humanos, especialmente con quien comparto techo. Me cuidan, cuido, están, estoy, desaparecen, los busco, mueren, me duele. Pero no tengo resentimiento. es una cosa fea que no entiendo, ni ánimo de venganza. y entre las emociones básicas que, desde luego, compartimos, el odio es algo de lo que creo, casi, carecer. Pero la alegría es evidente, aunque a veces no interpreten mi alegría más que como una respuesta a una chuchería. ¡Mis pobres! El miedo también. Como me decía mi viejo amigo Marcel Proust, "el miedo es un abuso de la imaginación". Y el amor, a raudales. Básico, sin complicaciones, así, como en dos ladridos y mil gestos. Al contrario que en los seres humanos, que lo construyen con diez mil palabras y dos ladridos. Y soy altruista por naturaleza sin perderla a borbotones como ocurre con la gente en general, salvo raras excepciones. No espero nada del hecho natural de estar, ayudar o apoyar. Y qué decir de la famosa empatía de la que tanto se habla. Creo que cuando se me acabe esta vida de perro, igual me hago coaching, para ver qué es eso de la inteligencia emocional para vosotros, porque yo creo que la tengo bastante desarrollada, aunque en el fondo es sota, caballo y rey. Voy a seguir tomando el sol hasta que la voz del viejo Amalio me avise para comer. Mientras tanto, espero ver pasar a Luna. Ni les cuento. Demasiado joven para mi ya avanzada edad. Yo calladito y digno, no vaya a ser que me tachen de perro verde. Disfruten de este agosto al sol y no se ladren, que su comunicación da para mucho más.
(Me lo ha traducido José Mª Fuentes-Pila, a quien agradezco el teimpo dedicado)

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