El Peripuesto nunca se despeina. Recto y altivo deambular, haciendo que
camina. Retumban sus tacones, cuidadosos salones de quietud, en la
avenida del ángel caído.
Peripuesto y relamido el alma, encajonado
entre armarios de polilla que devoran sus recuerdos, detalles, ojales de
sus mil y un camisas, las de enseñar quien es el repeinado.
Lágrimas que madrugan para saludar al espejo, cepillo que se hastía de
recorrer los mismos surcos de negro entender, sin más canas que las que el alma expresa en su vejez limonera.
Es el peripuesto la pose de un héroe, silencio que no rueda, madera de
antiguo actor de comedieta, soldado que asalta las trincheras a la
bayoneta.
Peripuesto que entre baños de ansiedades, empapa la arena blanca de su cama.
Peripuesto, cada día tintinea la cucharilla de café en la tacita
descafeinada de la vida. Miedos que se hacen ogros, que danzan en el
akelarre de su espanto que no expresa, caminando sin andar hacia la
nada.
Peripuesto es sombra en el Gijón, manos de marfil,
transparenta tinta que no escribe, releyendo páginas de Hees, lobo
estepario sin más compañía que el hambre de amor.
Peripuesto languidece entre alamedas, pero sus trajes dan lustre a sus paseos, cabellos que relamen el mañana.
Azul y gris es peripuesto, de estampa noble y ruin alacena. Solo una
nuez queda en ella, enterradita en el tiesto, nogal que observa la cama
de peripuesto.
Y un día, noble mediocre de tierra de nadie, abrió
los ojos negros, con sus mejores galas, sentado en el raíl izquierdo del
Madrid-Lisboa. Estuario inmenso, tajo que el Tajo dio a la tierra.
Saco peripuesto su libretita, la que nadie vio nunca, su lápiz siempre
afilado con su coronita de plata. Y escribiendo el más bello poema,
partió de una sola vez, arrollado por la vida, dejando entrevías, lo que
la niña leyó diez años después.
“La hiel de los humanos no
enturbiara jamás las rosas que escriben sonetos de luz. Alas de sueños,
de eterno ser que yo, también soy"
JMFP
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