jose maria

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lunes, 9 de noviembre de 2015

REFLEXIONES DE UNA VACA



Me miro al espejo del agua y, la verdad, me sigo viendo guapa. Muy guapa. Ya me lo dice Raúl, que es el único que me piropea desde que nací. Ahora me lo dice desdentado y cazallero, con los ojos vidriosos, no sé si de los blancos, los sol y sombras de la tarde o los tintorros de la retirada de su propio campo de batalla que es la vida. A veces no le veo los ventanucos porque se cala la boina hasta las cejas y le cierra la mirada, así, como guiñando la vista, muy a lo Gary Cooper, pero entre pasiego y purriego. No sé quién fue el mamón que acuñó esa chorrada, “como la vaca mirando al tren”, en metafórica alusión a una cierta imbecilidad que es propia solo de los seres humanos, a caballo entre la perplejidad y la risa nerviosa cuando no tienen nada que decir frente a una humillación. La mala leche de muchos hace que acaben teniendo un cuajo con sabor a amargura permanente. Y mis hermanas y primas hermanas llevamos dando leche de la buena desde el principio de los tiempos. Qué manía de poner en el Belén un buey. Vaca, era una vaca. Hasta los angelitos de Murillo tienen esos coloretes por la alimentación divina de nuestras espléndidas ubres.  La verdad es que cuanto más veo este espejito mágico, más me cabreo. Mi leche ya no vale nada y Raulito ya no puede tirar de la cuadra. Mira que era fácil la vida antes. Quizás por lo sencilluca. O Raúl nos guiaba por la carretera, o nosotras le marcábamos el camino buscando los pastos frescos de este maravilloso valle en el corazón de Cantabria. El agua fresca me encanta. Rumio menos. Y me recuerda el sonido del mar pegándose con los acantilados que al final suplican un poco de calma al sentir que su chulería se convierte en voluntad de los mares.
El otro día me regalaron un a iPad, o algo así. Hasta Raúl tiene uno en el que se pasa la vida, o mejor dicho, el dedo, viendo tetas que a mí misma me sorprenden por su tamaño. Yo paso la pantalla con la lengua, un poco incómodo, porque se nubla el cristaluco. Pero he podido comprobar que cualquier día algún laboratorio inventa la leche. La madre que los parió. Que si leche de soja, que si omegas, minerales y vitaminas. ¿Estamos locos? Me único héroe es el franchute sabio, Pasteur, un fenómeno, aunque aquí tampoco nos quedamos cortos con el bueno de Cajal. Pero que manía de toquetear lo que es en sí mismo bueno. Es como los niños. Tienen de todo. Ingenio, inocencia, creatividad, risa, iniciativa, amor, y van los mayores y les dan de todo para que les pese el saco de la vida antes de vivirla, sin saber qué hacer con tantas herramientas que no siendo suyas, tienen que aprender a utilizarlas en un mundo que, además se inventan para que jueguen a los monstruos. “Paz y amor, Lucerita, paz y amor”, me dice el viejo Raúl cuando me ordeña con mimo. Igual le quedó el latiguillo de su época de flores en la boina, porque no me imagino en Ibiza de porros hasta las cejas. De paz, poco, la verdad. Por lo que veo y oigo. Así que prefiero pensar que el amor no es una mera idea romántica de los jóvenes que se besan detrás de la loma Vieja mirando al mar. Hay amor en las manos de Raúl cada amanecer, en su lento caminar con un ramo de margaritas que cada miércoles deja en la tumba de su mujer que se fue hace más de 30 años. Hay amor en sus caricias a Raulito cuando viene cansado del Centro de Tecnología Alimentaria en la capital, donde dirige proyectos. Hay amor en el viento cuando limpia el aire, en las lágrimas de emoción por el bienestar del otro. Hay amor a raudales, por ahí, desperdigado. Es como el polen, lo lleva el viento y anida en almas que cambian su mirada, porque dejan de ver pasar el tren de la vida como si con ellos no fuera.
Yo creo que el amor está danzando entre la lluvia y el sol, en los castillos de piedra quebrados que parecen emerger del mar desnudando su base a la baja mar. En el silencio que deja pensar sin necesidad de explicar lo que no podemos entender. En las nubes que descargan la lluvia fina alimentando las verdes barbas de la tierra. En la leche, materna o no, cuidado. Porque yo doy la leche con amor. Me llama Lupita para rumiar pensamientos. Es un poco cotilla, pero reconozco que cuando está de humor, lo pasamos de maravilla repasando la política nacional y viendo estudio estadio. Raúl nos ha puesto una tele en la cuadra. Igual me animo y un día de estos me abro un perfil en Facebook. Ya veré.

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