jose maria

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martes, 8 de diciembre de 2015

CABEZOTA



Cabezota el viento sur en sus rachas caprichosas de viejecitas rodadoras por las calles que moja la bahía.
Cabezota el alma en llamarse alma que entre las rejas de la razón pura quedo atrapado. Terco espíritu mirando al alba, rezumando magia que realidad quiere.
Cabezotas los pies que se mantienen firmes ante hachazos de una vida vestida de negro. Coraje es cabezota, más que el miedo y la tristeza, porque alegría es cabezota en el dibujar sonrisas a través de niños calvos que lecciones enseñan.
Cabezota es mi amor, entre valles y montañas, que ni la lava funde al salir celosa de su gruta. Cabezota porque mira y te mira, te busca y te busca, te toca y te toca. Cabezota es la esperanza, de dudas lleno su plato, del que come con la gula de quien siente la invernada.
Es cabezota la muerte cuando pide compañía, entre soportales de sombras, renunciando al gran banquete.
Cabezota es el niño, no por cabezota, por niño, cabezazos en la pared de sus sueños infantiles.
Cabezota, calabaza de serrín en las noches de noviembre, la del obtuso y digno mandatario, de palabras huecas cómo pepitas de aceitunas de Jaén.
Cabezota la mano que no suelta, la confianza impasible, entra bola y bola, bolos de vida que emboca.
Cabezota es el sarmiento que después de un siglo respira profundo su ser, para expresar su fruto más bello al paladar.
Cabezotas los malos, los disfrazados de buenos, empeñados en vender el mundo al marciano poder. Cabezotas, siempre cabezotas los buenos, el frutero, el pescador, el chaval que investiga entre migajas y palmadas, el talento que se agarra con sus uñas a las almas que aguantan con sus gafas de ver más.
Cabezotas los valores, ideales y pasiones. Sedlo, por favor, en un acto de libertad, porque en ello, ser cabezota, va la dignidad.

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