Cabezota el viento sur en sus
rachas caprichosas de viejecitas rodadoras por las calles que moja la bahía.
Cabezota el alma en llamarse alma
que entre las rejas de la razón pura quedo atrapado. Terco espíritu mirando al
alba, rezumando magia que realidad quiere.
Cabezotas los pies que se
mantienen firmes ante hachazos de una vida vestida de negro. Coraje es
cabezota, más que el miedo y la tristeza, porque alegría es cabezota en el
dibujar sonrisas a través de niños calvos que lecciones enseñan.
Cabezota es mi amor, entre valles
y montañas, que ni la lava funde al salir celosa de su gruta. Cabezota porque
mira y te mira, te busca y te busca, te toca y te toca. Cabezota es la
esperanza, de dudas lleno su plato, del que come con la gula de quien siente la
invernada.
Es cabezota la muerte cuando pide
compañía, entre soportales de sombras, renunciando al gran banquete.
Cabezota es el niño, no por
cabezota, por niño, cabezazos en la pared de sus sueños infantiles.
Cabezota, calabaza de serrín en
las noches de noviembre, la del obtuso y digno mandatario, de palabras huecas
cómo pepitas de aceitunas de Jaén.
Cabezota la mano que no suelta,
la confianza impasible, entra bola y bola, bolos de vida que emboca.
Cabezota es el sarmiento que
después de un siglo respira profundo su ser, para expresar su fruto más bello
al paladar.
Cabezotas los malos, los
disfrazados de buenos, empeñados en vender el mundo al marciano poder.
Cabezotas, siempre cabezotas los buenos, el frutero, el pescador, el chaval que
investiga entre migajas y palmadas, el talento que se agarra con sus uñas a las
almas que aguantan con sus gafas de ver más.
Cabezotas los valores, ideales y
pasiones. Sedlo, por favor, en un acto de libertad, porque en ello, ser
cabezota, va la dignidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario