(No veneremos a uno, respetemos a todos. Únicos e irrepetibles,
geniales como mundos en expansión que son, que somos en nuestras
múltiples capacidades tantas veces enterradas por relatos de vida ajenos
al alma)
El alma no adolece de incapacidad, solo de abandono. La
celda en la que se encuentran miles de personas como consecuencia de
una limitación según lo que consideramos seres humanos capaces es la que
la propia sociedad genera, barrote a
barrote, la normalización de las competencias para vivir la vida según
la agenda programada por un delirio de felicidad que nos aliena. El
coraje de mantenerse de pie en la adversidad es lo que dignifica a cada
persona. Y hoy, millones de personas son la prueba, la lección de vida
que no terminamos de aprender. Mentes creativas, apasionadas, que miran
con la imaginación, que escuchan desde el corazón, que vuelas con sus
sus sillas de ruedas a través de sus legítimos sueños. Y no terminamos
de aprender. Cuando ellos dan un paso al frente, una parte del sistema
da un paso hacia atrás. Muchos de ellos ya han ganado la partida a la
vida, muchos de ellos claman por sus derechos como ciudadanos. Apredamos
de todos y cada uno de ellos. Abramos espacios en los que sus voces, su
talento, su esfuerzo, su voluntad, su propia dignidad tienen la
legitimidad de expresarse y expresarnos.
JMFP
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