jose maria

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domingo, 27 de diciembre de 2015

DISCRETO



Pasea su sombra por la orilla de las calles, como playas secas en espera de la lluvia en primavera. Silenciosa sonrisa, hasta en su agradecer prudente, la ira llora su imposible expresión sin poder mostrar su dorado diente.
Sonrojado en los aplausos que no cree merecer, abre el alma a las voces que aprenden sin saber que enseñan. Negro y azul disimulan su gris marengo, abrigo de bolsillos infinitos, cada uno ocupado por un sueño.
Discreto es en su mirar el mundo, sin más mueca que el asombro de sus ojos, puertas de un recóndito conocimiento. Discretas sus caricias, no son tibias, son las manos de un explorador de almas que fuma en pipa solo cuando la playa le da fuego.
Es discreto el viento enredado en los cabellos del robledal, el blanco vestido de una novia que no espera las campanas, sabedora de que el cura ya marchó susurrando un lo siento, en el alivio de esa cría que ahora vuela, como ninfa entre praderas.
Es discreto el mundo que soporta las calumnias de los hombres, esperando su conciencia cómo lluvia en el desierto. Discreto desabrocha su chaleco, desata el lazo de su corbata, discreto se tumba para no arrugar las letras que el amor dejo en las sabanas.
No es discreto un alma en pena, es quien corre huyendo de las candilejas de lo efímero, quien reposa su vida sobre pilares serenos, sin más ruido que las alas de un saber que se pregunta por qué no sabe.
Es discreta una sonrisa en el espejo de su vida al alba. Entre el vaho de ilusiones que dibuja con su dedo. Discreto es de pasos suaves, de tos lejana, de manos finas y firmes, lenta pluma que desliza sus bombeos de tinta negra sobre pergaminos que olvidados deja entre cafetines de humo y madera.
Discreto fue al morirse, sin más cenizas que las que en el cenicero dejo la muerte, mientras leía el poema que en su honor escribió el ausente.
Y una lágrima cegó su vista, la de quien todo lo ha visto, llevando en su regazo a quien inspiró su esencia. Discreta la muerte ante la algarada de la vida.

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