Es el acomodador del cine de la
vida, enjuto, de ojos de búho, solitario enamorado de películas que son un
borrador en su mente de guiones. Es el viejo jorobado, salvador de oscuridades,
linterna que se acerca por el pasillo central de la existencia.
Busca los pies de quienes pagan
por mirarse transformados en héroes de pantallas, vencedores y vencidos,
recorriendo el escenario entre mil batallas.
Es el acomodador otoño cejijunto,
despertar de un invierno socarrón, fantasma de sus blancas barbas. Qué dio
muerte a aquel baboso de rojo vestir, que solo sabía de chimeneas, corneado por
sus renos, rematado por invierno, a los pies de los zapatos que creen en los
Reyes Magos.
Acomodador de vidas, cada una en
su guion, sin saber interpretar, solo esperando ser, en la noche sin lucera que
la sala del cine es. Acomodador que la linterna apaga al comenzar la ficción
convertida en realidad, abre la puerta de atrás, pegada al muelle del olvido.
Golpe de sur le sacude, la
gorrita le roba jugando, avisándote que es la hora. Silva el sur cómo un tren
arrollador, llamándole al andén de su viaje sin retorno. Acomodador de vidas,
viento sur que lo disuelve, dejando el cine la cuesta, sin más guía que las
puertas.
Sur que de fuerza se llena, que
de orgullo se cansa, vuelve a virar al norte, en el recorrido de vuelta,
posando la gorra y el hombre frente a la acera del cine.
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