Es la voz ronca la que agrieta
los cimientos de una paz de deshilachadas costuras, la que escribe el título
del cuento Mundobronca.
Esperpento de tinta invisible
escribiendo la vida de quienes al gritar se ahogan en los mares de ajenas codicias.
Mundobronca, temático y global es el parque en el que los cisnes tiñen de rojo
su plumaje. En el que los ricos hacen gala de su férreo linaje.
Mundobronca es festín de tambores
de guerra, de banderas que se agitan en un horizonte de muros. Salta el niño la
alambrada de la vida, legítimo ciudadano de mundobronca, corretea por el campo
de minas que las palabras plantan en el campo de amapolas.
Es mundobronca un territorio de
humo lejano, desde el cobijo de paz que el amor aporta, ese que es isla, que es
hueco, que es mesura, desmesurados los instintos del abrazo.
Es mundobronca el monigote que
asimila a tragaldabas, pies de hierro, corazón de barro, cabeza de paja, grito
que no llega al latido de quien besa como si al mundo besara en ese beso.
Mundobronca llora su desdicha,
sin saberse más solo que la una en el reloj del cementerio. Suena el acordeón
en las calles de la ciudad de árboles parlanchines, de risas que huelen a pan
recién hecho. La peonza casca el suelo del ayer abriendo ventanitas de futuro
en la mirada de los enamorados.
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