jose maria

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martes, 8 de diciembre de 2015

VELOCES



Es el paso de ansiedades y de urgencias, el guepardo en diez segundos, es también veloz.
Veloz le llamaron sin saber que su pulso era la lentitud del ocaso de la vida. Veloz la señora que no pide permiso a la guadaña para cobrarse una factura.
Veloz es el impulso del amor entre espinazo y corazón, sacudiendo de un manotazo a la atolondrada alma que sin prisa se define.
Veloz es la bala, tan veloz cómo el dedo en el gatillo, como el golde quijada, que Abel recibió por lento. Veloz es el tiempo en los ojos de quien miedos siembra en su huerto de podridos frutos que la tierra escupe por las prisas.
Veloz es el deseo hasta la boca, la imagen que se agita y que se marcha como el sueño más glorioso que veloz marcha de la almohada. Veloz es el viento de la estancia, la que flota entre estrellas, tan veloces que parecen paradas, esperando el guiño que las diga, ¡corre estrella hasta el umbral de la muerte cósmica!
Veloz es el llanto del recién nacido, quejoso de un mundo seco, sin saber qué hacer con el abrazo que no es mundo submarino.
Veloz la palabra cuando es esquiva y el dardo apunta al corazón entre las uvas de la ira.
Veloz la sonrisa que aparece sin misterios, la carcajada que resuena en el desfiladero de paso al mundo dibujado entre retales.
Veloz es el clic de la vieja cámara, esperando ver su obra en el tendal del revelado. Veloz es la mentira entre las calles de sombras que no quieren más verdad que la contada en la sonata de cabezas de metal.
Veloz es mi sur, cuando me lleva más allá del nordeste, entre alfileres que son rocas, que sorteo hasta tu alma.
Veloz es el deseo, siempre atento y pendenciero, siempre alerta al enemigo, ese lento dinosaurio que dice aburrir sus pasos agrietado las carreras de los hombres.
Es veloz la lengua que siempre quiere ganar al corazón, pero que lentamente se retrae cuando el veneno corre veloz por las arterias de los árboles.
Veloz hachazo, veloz el quiero todo ya, aquí y ahora, veloz la adolescencia. Corre, no dejes que te atrape la sombra de los adultos, adúlteros de creatividad.
Veloz anda el valiente para salvar al amigo, el cobarde en su huida, dejando al pairo la vida. Veloz la ira que ruge, ajena a la reflexión, monja que lenta recorre el patio de rosas en flor.
Veloz quiere ser la comida, veloz el triunfo que pisa las cabezas de quienes no compiten. Veloz la olla, que se ríe de la cazuela, veloz el coche que pisa el zapato del andarín.
Veloz siembra tramposa de múgatenos sombríos, engaño al sol y a la luna, azuzando al viejo ser, planeta que pide paciencia sin más escucha que el cielo. Para un instante, por favor.
Y en ese momento de paz, tu boca es paz, esa paz que no interesa en las prisas de la guerra. Para, amor, dice el planeta, porque la lágrima es lenta, como adagio de un horizonte que por veloz que sea, la ignominia no toca.

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