jose maria

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jueves, 21 de enero de 2016

BOTONES

Pequeñas joyas de mil colores cierran y abren estaciones en los cuerpos que se esmeran por vestir su presencia. Botones de carey, de porcelana, de madera, botones dorados, azabaches, botones que salvaron de la bala el corazón cubierto por la vieja casaca.
Botones que estorban, botones que protegen, bello rosario de estampas entre escenarios y bastidores. Botones, alma de los hoteles, botones firmes mensajeros de recados pasajeros, peregrinos infantes entre alfombras coquetas. Botones serviciales, aprendices de mundo, bibliotecas de saberes que secretos siempre serán.
Botones sin propinas, orgullosos de su elegante presencia, como botones dorados del viejo ascensor palaciego. Botones por doquier, sinfín de botones apretamos en la vida, sin saber si sube o baja el mecanismo que engancha.
Botones de chaquetones cerrados en la tormenta, botones cómo perlas que la mano adolescente no encuentra, curvaturas de enigmática secuencia que la seda escribe como fórmula ancestral de lo que es desabotonar.
Botones perdidos, entre lluvia y arenales, tesoro que queda en prenda, en las manos del febril enamorado.
Botones, tesoro del costurero que dormita en el desván, enciclopedia abierta del vestir de las culturas, que se gustan y se miran, mezclando sus costuras en una bella realidad.

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