Pereza, bella y turbia, castigada entre capitalinos pecados de original
hechura. Semblante sereno, entre la vigilia y el sueño, puerto franco de
lo que no quiere el mundo con certeza, la imaginación. Pereza luminosa,
afán de pensamientos, columpio de juego que huyen de un trabajo que ya
no es derecho, ni izquierdo, solo migajas que los laboriosos hacedores
del mundo nos ofrecen como castillos de naipes que dormidos soplamos.
Pereza, bienhechora de paseos sin pasos que agotan
los caminos, cuerpo que nada entre sabanas eternas, sol y luna se
alborotan cuando sonríes con desdén su presencia y su ausencia.
Pereza, que miras el blanco lienzo sin más tiempo que la arena del
desierto, poco persistente tu presencia, pero bella en el instante de
pensar por un momento si hacia adelante o hacia atrás. Pereza, salvadora
del pecado de no ser por no pensar, escribana de pasquines de libertad,
siempre ninguneada por el bien de la humanidad.
Pereza, que
permites a la ninfa plegar las alas en la más alta rama del roble
milenario, esperando un nuevo día que noche siempre desea.
Pereza,
eres mágica, que por pecaminosa te quieran casar con la absurda
soberbia, de padrino la gula, pantomima al servicio del esfuerzo que
desgasta el talento que tu guardas de los hombres.
Pereza,
enlenteces el tiempo a tu antojo, muda, no quieres hablar porque las
palabras cansan, sabedora de que cuidas de la encrucijada del mundo, el
tiempo de decidir.
Pereza, artista de la espera, señora de mil
tareas, todas ellas por hacer, miras de reojo a la muerte, carpintera de
todo y nada, siempre clavando tableros, mientras pereza da, hasta el
morirse afanando.
Pereza, guardas en tu alma limpia, ajena a los
trajines, los secretos del vivir, del amar sin el desgaste de las dudas y
las sombras, pereza por el ovillo, pereza por desovillar.
Eres
pereza el mundo, el mundo de las verdades, las que se esconden debajo de
tu mesa camilla, esa que da calor al invierno del esfuerzo, esfuerzo
sin timonel, barco de vida encallado.
No hagas caso al capellán,
pereza bella y lúcida, sigue tumbada en la sombra mirando el océano del
alma. Sin ti, alma no podría hablar.
JMFP
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