Faro de sonidos en la noche.
Callejas y avenidas en silencio duermen. No es un guardia, no es un ángel,
sonajero de las llaves que puertas abre de las almas que de ronda van, de
soledad padecen.
Las palmadas avisan al que
custodia la noche, aquella de vagos y maleantes según decía la norma, al
cuidado del sereno, acuna los pasos con su bastón de mando, golpeando las
fachadas para avisar su llegada.
Sereno siempre buenas noches
dice, aunque la manga riega avise de que el alba rompe la noche. Sereno de ojos
audaces. La luna te entrega el mundo, las calles y las farolas, abre el café
Antonio para servirte los churros.
Sereno, acompañante de solitarios
seres que con la noche aparecen, por el día se desvanecen, como tú tintineo
seguro, de miedos esquivo, fiel escudero de los llamados vecinos.
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