Dibuja
el atardecer rincones de luz en el desván, entre radios de extrarradio
del ayer, serón y mecedora, caballito de madera, mágico secreto
convertido en palomar.
Tan queridas, tan odiadas, palomas
trotamundos, bíblicas, eternas entre lienzos andan rondando la vida
entre parques y bordillos de ventanales dormidos.
Palomas perezosas
de su singular presencia, apalabradas en el silencio del banco donde ya
no acude el viejo ciego con su pan. Palomas en espera de la risa del infante, como enemigo imaginario de espada de madera, esperáis su cercanía para alzar el vuelo en el juego.
Palomas, correo de vuelo certero, mensajeras de guerra y paz, mapas
invisibles que conocéis en los cielos marchitos por los presagios que
marcan la necedad.
Palomas, adivinas de abandono en la tejavana del
alma, secretas presencias de catedrales malditas, de conventos
silenciosos entre muros de caricias, testimonio de un beso casto que
sacude la distancia, el tiempo, a golpe de alas.
Palomas, desbandada
general en la tormenta, se reagrupa la tropa de avioncitos blancos,
torcaces y lentejuelas de una marisma en el cielo, donde encontrar
descanso.
Paloma de laurel cerezo, paloma de olivo sin arca, paloma
testigo del truco, siempre presente en la chistera del mundo. Paloma en
las manos de Pablo, ese mago del cubismo, ese viejo malagueño, sin más
patria que el alma que la paloma le inspira.
Paloma, acerca el pico a
su mesa, toma el recado y vuela, sabes dónde dejar el pliego, rollito
de primavera. Solo dos palabras llevas, solo dos que son el cielo, vuela
en línea recta, atraviesa la ventisca.
Y cuándo el pico chato veas, el olor de cabello, su piel tersa de artista te llamara en el silencio. Solo dos palabras. La paz
JMFP
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