jose maria

jose maria

jueves, 21 de enero de 2016

PALOMAS

Dibuja el atardecer rincones de luz en el desván, entre radios de extrarradio del ayer, serón y mecedora, caballito de madera, mágico secreto convertido en palomar.
Tan queridas, tan odiadas, palomas trotamundos, bíblicas, eternas entre lienzos andan rondando la vida entre parques y bordillos de ventanales dormidos.
Palomas perezosas de su singular presencia, apalabradas en el silencio del banco donde ya no acude el viejo ciego con su pan. Palomas en espera de la risa del infante, como enemigo imaginario de espada de madera, esperáis su cercanía para alzar el vuelo en el juego.
Palomas, correo de vuelo certero, mensajeras de guerra y paz, mapas invisibles que conocéis en los cielos marchitos por los presagios que marcan la necedad.
Palomas, adivinas de abandono en la tejavana del alma, secretas presencias de catedrales malditas, de conventos silenciosos entre muros de caricias, testimonio de un beso casto que sacude la distancia, el tiempo, a golpe de alas.
Palomas, desbandada general en la tormenta, se reagrupa la tropa de avioncitos blancos, torcaces y lentejuelas de una marisma en el cielo, donde encontrar descanso.
Paloma de laurel cerezo, paloma de olivo sin arca, paloma testigo del truco, siempre presente en la chistera del mundo. Paloma en las manos de Pablo, ese mago del cubismo, ese viejo malagueño, sin más patria que el alma que la paloma le inspira.
Paloma, acerca el pico a su mesa, toma el recado y vuela, sabes dónde dejar el pliego, rollito de primavera. Solo dos palabras llevas, solo dos que son el cielo, vuela en línea recta, atraviesa la ventisca.
Y cuándo el pico chato veas, el olor de cabello, su piel tersa de artista te llamara en el silencio. Solo dos palabras. La paz
JMFP

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