Aletea la sombra entre otoños que demandan al invierno por premura en su
llegada. Chimeneas de sueños, de dolores y calores, flor de un día es
la escobilla del deshollinador.
Mitad hombre mitad búho, observa entre portales y techumbres el hollín de la existencia.
Tiñe la noche de cuentos, de negras historias de niños que se comen sus juguetes entre risas desbocadas.
Deshollinador que acaricia los ladrillos, catalejos ciegos que no miran a la luna, humareda de esperanza, relatos entre susurro que recorren cada puerta entre retales de llantos y sonrisas.
Deshollinador de almas, las que ahúman el presente sin visos de un
mañana, las que invisibles aparecen agrisadas por el humo salvador
cuando el ovillo rompe, el fuego aviva, el tiro desatasca.
Deshollinador, trovador de tejados, entre gatos dibujados por la mano de
la noche, ojeroso observador del mundo fascinado por desvanes de
pasiones en el piso alfombrado de una verde pradera de mar.
Deshollinador, rey del reino de las torres ocultas entre barrios y
barriadas, se fuma la vida como la chimenea se fuma el hálito de hogares
de labios morados y sopas con leche. Deja su huella tiznada el ánima
que permite al fuego ser parte de las vidas entre sofá, cocina y
alfombra como verde pradera, suspiro de noche, alba que apaga la lumbre
dejando las brasas del alma.
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