Danzan las palabras en las mentes que se encienden entre cadenas que
quieren atrapar las almas de quienes creen son de su propiedad.
Doble vínculo, dice el viejo, entre Mendel y antropólogos que escuchan las voces de los hombres para adivinar su ser.
Paradojas que el alma encierra en la voz de quien pregunta, sin
posibilidad de respuesta que al emisor le gusta. Lanza la boca la
cuestión, abriéndose en dos saetas que entran en contradicción en la diana del alma de quien dice ser receptor.
Elegir debe el infante, amante, compañero, buscando quitarse el
sombrero para dejar que la brisa entre en su sesera, buscando la
respuesta, no la buena, sino la que menos castigue. Y en ello el
silencio le persigue, porque diga lo que diga, atrapado queda en el
castigo, entre la palabra y el gesto, sin saber si quien pregunta le ama
o no en su culpa, la que salpica la voz que sale de ultratumba. Lugar
de ambivalencia, de saber y no saber, incertidumbre y angustia por miedo
a perder, el amor del que pregunta.
Doble vínculo que es filia,
que es fobia, que escinde la cordura, abriendo las puertas de una locura
formal, la que deja sin palabras, la que no puede explicar, atrapado
entre palabras que dicen amar al que atan.
Comunica la voz, sin
poder comunicar el otro, porque diga lo que diga, rompe el amor
enfermizo que mantiene a fuego el perverso hechizo.
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