Manos alisando la yerba, campos dibujando patrones y perneras a la vida.
Dobladillo, escondite silencioso laberinto rezongón, bostezo de
diablillos, danzarines de pespuntes que las verdades cuestionan. El
tallaje del triunfo, la cinturilla del éxito, las hombreras del poder,
suelta el dobladillo para disimular los tacones de quien dice mandar
entre pasarelas de reyes y dignatarios de enana talla en sus mentes
narcisistas.
Dobladillo que relee, escondiendo el crecimiento
del arbusto del infante, crece y suelta dobladillos de pasiones, entre
estaciones de trenes que abandonan las maletas en el andén de la
infancia.
Dobladillo cose la luna al amor, con sus hilos de plata,
invisibles a los ojos de quien no puede teñir de rojo el amanecer en
gris.
Dobladillo está el bolsillo hacia afuera en la pobreza, hacia
adentro en la existencia más discreta. Dobladillo, no lo cojas mucho,
madre tierra, que a la diosa se le ve un jardín en la lontananza, recoge
su cola en el vestir, adorna de flores el borde de su abismo de
pasiones.
Dobladillo, oscuro callejón de lana y seda, suave caminar
en la vereda de los tiempos, deja en la mano de la ninfa el farolillo,
el de su alma, para no cortar las prendas de la vida, gracias al secreto
del manido dobladillo.
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