jose maria

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sábado, 27 de febrero de 2016

MÁSCARA

Máscara, esa que esconde el gesto, que adorna el misterio de la emoción latente. Máscara de terciopelo, de seda o de porcelana. Máscara de vivo plumaje, pavonea entre columnas de mármol las miradas libres tras el rostro sin nombre. Máscara, digna efigie, no expresa risa la tristeza, no hay ápice de pena en la alegría.
Máscara que nada finge, perpetua mirada en el desierto donde es dueña la vieja Esfinge. Máscara que regalas libertad bajo tu doble o nada, reinventas la danza en la que los ángeles suspiran de placer en el aquelarre de diablillos que, sin máscara, a fuego miran entre aleros y cornisas el gran baile de febrero.
Máscara que oculta el deseo, robas los besos pegados a la piel que sin sentir busca en las manos el decir de la amada en las sombras de la luna.
Mascarada que sacude del espejo la fealdad manifiesta que sacude la expresión del que no quiere aceptar la imagen que no es de él. Grácil máscara que tapas la desdentada esperanza de unos, la lengua viperina de otros.
Máscara que llora en el rincón, entre la cama y el balcón, ajena al baile del amor de amantes que sin máscara buscan el cielo con infinita devoción.
Máscara desempleada, en la lista del paro, sin más teatro ni papel que el mirar la mascarada de quienes rígidos caminan entre gestos inventados para decir que son lo que nunca fueron ni serán.
Máscara, guárdate de los rostros sin mirada, porque dejarán sin vida tu presencia, la que mil secretos guarda, a la espera del corsario que de tu cofre libere tu más auténtica mirada.

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