Alba y anochecer, besos de un solo ser, jardín del amor, paraíso terrenal deseo y pasión de inocente felicidad.
Vergel que mira el frutal en los cuerpos de quienes no saben su origen,
andan entre Adán y dice que no llueve en las cimas de la que llamaron
Eva.
Susurra la pera el agua dulce de su alma, convenciendo a la
manzana que brille cómo joya de lujuria en la boca de quien mira el rubí
que desespera.
Se revelan los frutales al tiempo de la eterna belleza de cuerpos que no se reconocen como amantes, ni costilla ni pecho, ni barro ni soplo de una brisa que no llega.
Es la pera la que busca a la manzana, besa su redonda bola de cristal,
animando su dormida enredadera, en forma de serpiente a que muerda el
crujido de la vida.
Dulce original pecar es el destino de la pera,
que se mira al espejo de la Alicia que desnuda sus maneras al atravesar
las tierras del edén al desierto en el que abraza su destino.
Peralzano, árbol de terna providencia, peral y manzano que se abrazan
entre las raíces de un tronco que agua encuentra en las profundas
acequias del placer.
Pera y manzana primas hermanas, de rabitos se
cogen cómo dedos de cómplices que paraísos plantan en estepas de amor
entre mortales.
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