jose maria

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domingo, 20 de marzo de 2016

ESPANTAPÁJAROS

Dueño del silencio, de los mares de vientos que amenazan la cosecha de eternos pensamientos. Lacayo de la siembra, risueño espantapájaros a la espera del regadío, solitario en un mundo feliz de quietud que ve los ciclos de la vida sin más apunte que la lágrima de la despedida.
Sabio muñeco de corazón de trapo, ocultas tu conocimiento, al servicio de la siembra, de los brotes que cuidas, como padre y madre de quienes huérfanos nacieron de la semilla escupida a la tierra como azar de un futurible que tan solo en la cosecha es creíble.
Espantas el graznido, la ponzoña, siempre con tu semblanza envuelta de heroica presencia por muchas carcajadas que el mundo truene a tus oídos sordos de ira.
Ejemplo de resistencia pasiva, de quietud incansable que a las esculturas agota.
Yo te dibujo el rostro de mil surcos y experiencias, la mirada que no quieren ver en los dos agujeros de trapo. Yo te pinto la sonrisa melancólica del tiempo, huérfano también, deseando que los campos no terminen en asfaltos.
Mirad espantapájaros al señor de los campos, al defensor de quienes víctimas son de los picotazos de mercaderes de pensamientos.
Mirad espantapájaros, vosotros que os movéis sin dirección, salvo en nombre de graznidos de poder. Mirad espantapájaros ese ser que es alma enamorada que en la espera no se desespera, porque alas tiene aunque decida no moverlas al tiempo.
Mirad, espantapájaros, cómo la tierra agoniza su infertilidad a vuestros pies, pudriendo la savia allí donde plantáis vuestras botas y zapatos de charol.
Mirad espantapájaros, la danza nocturna que mueve al caballero del trigal por escenarios que jamás podréis imaginar.
JMFP

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