Campos de minas, escondidas por doquier entre los caminos de la vida.
Campos de minas, decisiones, esas que creemos las buenas, territorios
seguros de banales codicias. Campos de minas, lucecitas que siguen los
pasos de la apuesta felicidad, barreras invisibles a la dignidad.
Campos de minas, que fácil regar el prado de la existencia de minas de
flores, esas que al pisarlas hacen estallar la carcajada, esas que se
convierten en trampolines de abrazos.
Campos
de minas, besos robados, regalados, ofrendas de costuras de eso que
llaman amor, sábana invisible que en rincón se convierte, como secreta
alacena de juegos y sueños. Campos de minas que no roben vidas, que
hagan brotar esperanzas, como luciérnagas que dibujan la aurora boreal.
Campos de minas que solo las manos inocentes ponen, que indican donde
están, para evitar las trampas de la vida en manos de la crueldad.
Campos de minas, regadíos de sonrisas, invitan a buscar la siguiente
para sobre ella saltar sin temor.
Campos de minas dibujados en el
corazón, miradas limpias, sin trampa ni cartón. Pisa, no tengas miedo,
porque son baldosas de delirio, muelles que a las estrellas llegan,
pasiones que sin pisar no aparecen, mina, mundo de amor.
Desiertos
de seria bonanza, de paz que es latido de odios, ausentes del regadío de
las minas de la pasión. No pises sapos, no pises mierda, no pises la
cabeza del otro convertido en contrario. No quieras ser el corsario del
que te ofrece la saca, pisando charcos de sangre, de inocencia y de
esperanza. Yo te pongo el campo de minas y tú solo busca y salta.
JMFP
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