Bocas, tal vez buzón de correos que la brisa empuja, sobres y cartas
desaliñadas, como flecos de un traje sin estrenar. Boca seca, boca
húmeda, envidian la una a la otra, entre llantos y sonrisas, abre la
boca seca de sol, de soledad, boca que pide pan, boca húmeda que pide la
leche, sin más arrebato de vida, sin más amor que la necesidad del
pecho.
Boca húmeda de bilis, boca sedienta de batallas, boca desierto de paz que al abrirse mueve las dunas de sueños. Boca húmeda de babas, las del niño, las del lascivo que babea entre las viejas bambalinas.
Boca seca es el verano, cuartea los labios, barandillas de
ensoñaciones, boca seca que hace eco en la bóveda del paladar. Boca
húmeda relame el beso, bebe los últimos sorbos de amor, a la espera del
tren del tiempo, que solo para en la última y vieja estación.
Boca
seca pide a gritos la esperanza de no morir abrasada por silencios que
se pegan a los muros de lamentos, boca húmeda de voces, chasquidos de
dedos escucha esa boca que la vida empapa de palabras, como torrente de
algún relato que sin dueño busca espacio, lugar y dignidad.
Boca
seca, apergamina la sonrisa que arcilla resquebrajarse parece, modelado
del artista, desconocido maestro de un taller que en el olvido aparece
como el de la sonrisa deseada. Boca húmeda, la de la paleta de colores,
la del amor que busca el cauce de un río por descubrir.
Bocas, secas
de insultos, de pedantes proposiciones, bocas que se buscan en
idénticas proporciones, las de un beso, el último del desierto, el
primero de la selva, ocultando los misterios que tras las bocas se
esconden.
JMFP
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