Cuentista, ¡Eres un cuentista!, le dice la madre al niño, entre el dolor
de cabeza y la cagalera, al borde del examen con la proclama de vago.
Cuentista es el quejica, mal asunto para el mortal que se pasa la vida
en la queja sin respuesta que acomode la agresión con la teja del
edificio de valores que tapa el decir qué mal. Cuentista, trovador de
verdades que escondes entre dibujos de colores, eso que parecen
mentiras, cuando no rosario de fantasías. Es el cuentista
el empeño de hacer creer al otro que lo que dice es oro, no del que
cago el moro. Es cuentista trapecista de patrañas, pero tan cierto es
esto como que la tela de araña de verdades e indicaciones, llenan el
pecho de galones que arrecian en las hordas de valores.
Cuentista,
violinista de un concierto de desafinadas trompetas, esas que los muros
de Jericó, cuenta el clero que derribaron. Pero el cuento es interés,
moraleja a los cuatro vientos, la metáfora del mundo que se pasma de lo
cierto. Es cuentista ser de no mucha valentía, quizás porque la verdad
contada ha sonado a carcajada en el juez que es arte y parte, y que
decide que es cuento, cuando la vida es cuento que se lo lleva el
viento, salvo que la historia cuaje entre guardas y portadas. Porque el
cuento es también hilo que suelta la mano que de verdades se llena. Y
que a golpe de cruces, de espada o de votos robados por el discurso del
hambre, son cuentos que al fin y al cabo, convertimos en artículos
inamovibles del ser.
Cuentos de baratijas contaron los españoles a
los indios americanos, para después con su cuento, desguazar el
continente de los que para ellos eran simples liliputienses.
El
cuentista dejo sembrado el rol de quienes son malos. Y a la conveniencia
del todo, la parte han etiquetado. Padrastro y madrastra dicen los
cuentos que de fiar no son, y que si muestran amor, es síntoma de
traición que con el tiempo se expresará. Así, entre cuentos, Alicia,
Cenicienta y Blanca Nieves, huyen buscando acomodó en otro lugar que la
voz de quien sigue el diapasón de lo que infeliz es ser, con el atracón
de perdices que sin ton ni son describen los tan iluminados autores.
Cuentista, creador de parches en los agujeros del miedo, farero de
barcos cargados de historias que en los puertos se acaban pudriendo.
Es el cuentista vasallo y señor de su paupérrima realidad, esa en la
que todo es verdad salvo su alma escondida en el lucero del alba, ese
guiño que le dice, sigue el cuento y no te pares, que tejer la realidad
es conversar desde el alma.
Y el cuentista sigue cantando que el
amor es arco iris, que sus saltos son encuentros de cafetines y calas. Y
por mucho que le llamen cuentista, el sigue siendo el artista que
ilumina la sonrisa por un instante sagrada, fuera del circo de vida que
ni sol, ni tres pistas tiene.
JMFP
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