jose maria

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sábado, 5 de agosto de 2017

PATOCHADAS

Son los ojos vidriosos cómo cuencas de la vieja catedral los que miran severos al hada para decirle, deja de hacer patochadas. Y las alas se repliegan sin entender la expresión de quien inocente evita la siempre traicionera patada del que dice no ser culpable, pero siempre la puntera enfila al balón de su interés.
Patochada la que vemos entre televisores agónicos que nos muestran el resumen de lo que el mundo dice ser, en su cajita de antenas o de cables invisibles.
Patochada la vida de saludos y medianías, de sermones sin sabores, de salmones que no remontan aburridos de trampones, entre ríos que de bravos pasan a mansos cómo el coraje de los héroes de un instante.
Patochada es la mentira que sin sentido expira en los labios del miedoso, que quiere ser ante el otro sin ni siquiera saber quién es ese que entre banderas y brillo le dirige la canción de sus días y sus noches. Patochada la ciudad, siempre repleta de coches, que marchita las aceras, por las que ya los novios no pasean, los niños no tiran balones, los rincones no huelen a fogones.
Patochada es dar la mano flácida al que respetar se dice, sin más miras que el paso, y de paso, si puedo, te repaso. Patochada, como el andar del pato, que por tierra la vida arrastra, siendo flecha y rumbo en los cielos, como cometa infantil, ese que siembra inocencia, que siendo germen de inteligencia no necesita decir.
Patochadas que sumergidas en el lago del ensueño, son la risa del fondo, ese que alumbra el jardín de sombras y besos de amantes. Tropezones y sonrisas, de patosos y tochadas, esas cosas y maneras que siempre la abuela destila del fondo de la tetera. Sabiduría en salmuera, deja de hacer tochadas dice la eterna señora, cuando el nieto, el hijo o el padre, tontos parecen ponerse para hacer que del circo de la vida, las sonrisas se dibujen sin forzar.
Y la vieja que lo expresa, en su mirada profunda sonríe por las tochadas que siendo como la vida, sin intención se produce, como el teatro del viento, ese que nubes marea para que el guion se aprendan, en el diván de una rotonda, esa de la última esquina, en el salón de las velas.
Soy ese que entre cantares, saberes y menesteres, rocía el tiempo de patochadas para calmar ansiedades, con el sonido de la carcajada.
JMFP

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